domingo, 7 de diciembre de 2008

Descubrimiento

Hoy descubrí una nueva ciudad; una ciudad en la que vivo sin ser la mía. Hoy me (re)descubrí en la ciudad en la que desde hace casi tres meses vivo. Las calles me parecieron más familiares y el clima alentaba a caminar por horas: el cielo despejado, hojas secas volando encima de los caminantes y el sol iluminando la arquitectura de los edificios más altos. Bajé al centro por la misma avenida por la que siempre lo hago, pero esta vez lo hice por el otro lado, y extrañamente vi cosas que antes no había visto a pesar de ya haber subido y pasado junto a ellas. Hoy me di cuenta –recordé– que podemos ser uno cada día, en función de la ciudad, del clima o del estado de ánimo. Sin importar nuestra calidad migratoria, somos, por razones que nosotros mismos desconocemos, turistas, extranjeros, nacionales o viajeros de un mundo que no es nuestro. Yo suelo combinar dos o más de esas calidades al día –no porque así lo quiera–, pero hago esfuerzos por mantenerme siempre como extranjera, aún cuando estoy en mi propio país, para no dejar de observar. Hoy me sentí más yo –miento: ¡más nueva!- en una ciudad que ahora es más mía.