sábado, 10 de octubre de 2009

Angustia benigna

Existe solamente un tipo de angustia que no me asusta. Hoy, esa angustia ha regresado a mí.

Se trata de una sensación que me mantiene despierta y dispara mis inseguridades; una sensación que me convierte en un ser aparentemente disperso y me lleva a dimensiones nuevas e inquietantes. Cuando llega, mi cabeza se mueve a ritmos que no puedo –ni intento– controlar, a velocidades que oscilan entre la rapidez inoperante y el menester de satisfacer mi ambición.

Esta angustia, como cualquier otra, me roba pedazos de tranquilidad. Este malestar, sin embargo, también me ayuda a entender aspectos humanos y conductas de la vida cotidiana –de mi vida no cotidiana– que ninguna otra me ha sabido aclarar. Me obliga a cuestionar mis aptitudes y a confrontar mis aspiraciones más grandes.

Se trata, por supuesto, de la necesidad de escribir.