jueves, 31 de diciembre de 2009

Resolución sin fecha

Este es el último post del año que escribo, no porque éste termine, sino porque tengo ganas de escribir. Así debería de funcionar la vida: actuar desde el sentir, sin justificaciones, análisis excesivos y sin esperar la expiración de un calendario. Necesitamos nuestra propia continuidad para la renovación constante.

Resulta que estamos tan sujetos a la caducidad de las cosas, que olvidamos lo que necesitamos para ser felices en este momento. Las uvas no son fruta de temporada y los calzones rojos se venden todo el año. Está bien planear, pero sólo si es para resolver los contratiempos, mejorar la mediocridad o divertirse; no para dejar de vivir.

¿Para qué detenerse haciendo balances de un año que termina sin nuestra intervención? La vida es una eterna búsqueda de un equilibrio imperfecto. Al mal tiempo, buena cara, a lo positivo, una sonrisa. Cada cosa en su sitio, los pies en el suelo y la mirada siempre con perspectiva. Lo bueno acompaña y lo malo enseña; la tristeza cura y la risa contagia.

Los propósitos para mañana y elucubraciones del ayer y hoy, no sirven más que para postergar la vida. El recuento sí funciona, pero sólo si es para no ceder ante el olvido y construir el presente.

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