viernes, 5 de febrero de 2010

Zapatos ajenos.

Cada vez que unos zapatos dejan de cumplir con su función, les tomo una fotografía y luego los tiro a la basura. Cuando llego a mi casa, coloco la imagen sobre mi escritorio y reconstruyo su historia; empiezo el ritual de la memoria.

Mediante un relato, recuerdo los pasos que recorrieron. Reconstruyo los viajes que hicieron, los museos que visitaron, las librerías a las que entraron, los parques que caminaron, los restaurantes en donde comieron; los otros zapatos de los que se enamoraron, los amigos que encontraron y aquellas ocasiones en que corrieron muertos de miedo.

Algunos me duran cuatro años y otros sólo un par de meses. Y sin que el tiempo guarde proporción con el sentimiento, cuando me despido de ellos, a veces me dan ganas de llorar y otras veces me siento indiferente, aunque todos sabemos que la indiferencia no es más que una forma de encubrir el fondo de la pérdida. No puedo negar, sin embargo, que la mayoría de las veces siento nostalgia, nada extraño ante la culminación de una etapa.

Despedirme de mis zapatos viejos con una foto que refleje sus costuras rotas y los agujeros producidos por el tiempo, es mi manera de disfrutar el pasado; terminar con un cuento, es la oportunidad de comprarme unos nuevos.

Resulta que hoy, por primera vez, le tomé una fotografía a unos zapatos ajenos. Ya he tirado los zapatos y ahora sólo me queda la foto a la que no sé qué relato corresponde; al no haber caminado conmigo, no conozco su historia.

He tratado de imaginar que agonizaron en el desierto, que volaron a un país lejano, que entraron al café de abajo en busca de un chocolate caliente, o que bailaron noches enteras hasta el amanecer. También he pensado que no vieron nada porque se quedaron durmiendo en el suelo de una habitación, o que estaban enamorados de unos tenis míos que estaban cerca mientras los tuve en mi casa.

Lo cierto es que la única historia que conozco de ellos, es la de cómo llegaron a mis manos y las condiciones en las que hoy desaparecieron. Es por eso que la primera página del relato en cuestión sigue en blanco y muchas ideas rondan mi cabeza. Pero dos nuevos pensamientos han emergido.

Tal vez por considerar que lo importante no sólo es aquello que hemos hecho, sino lo que estamos haciendo ahora, por primera vez, cuando pienso en zapatos, parece no inquietarme en dónde estuvieron, y en vez de eso, me pregunto en dónde estarán ahora.

Los zapatos, por último, eran de otro, y cada quien tiene sus propias historias y decide qué hacer con ellas. Yo prefiero caminar con los míos. Aunque ¿por qué negarlo?, ahora que tengo su imagen delante y sin saber qué pensar sobre ellos, confieso que también por eso escribo: para saber qué hacer con los zapatos ajenos.

3 comentarios:

b. dijo...

me ha encantado tu post, la idea de fotografiar los zapatos e inventarles una historia, y lo que has decidido hacer para esos zapatos ajenos con los que no andaste pero estuvieron tan cerca... sí, lo mejor es calzarse los propios, y también hacerles una foto de bienvenida a los nuevos, e inventarles historias como promesa!

Unknown dijo...

Lo leí de inmediato y olvidé decirte que está increible.

Sophie dijo...

Objetos que nos recuerdan los grandes pasos que damos todos los dia.....
Definitivamente mi escritora favorita!!! Tu talento se imprime en cada frase, me encanto.

besos