miércoles, 7 de abril de 2010

Porque estamos vivos sin darnos cuenta...

Siempre me ha sorprendido la gente que habla de su muerte con tanta naturalidad. Yo siempre le he tenido miedo, tanto miedo que en más de una ocasión me he levantado de la mesa cuando las conversaciones giran alrededor de ella o de cualquier otra tragedia que ponga en evidencia la extrema fragilidad de la que está hecha la vida.

No sé por qué, pero creo que mi miedo consistía en morirme sin darme cuenta, en que un día cerraría los ojos y nunca más los volvería a abrir (mejor ni pensar en todo lo que dejaría de ver). Por eso, cuando era niña, también me daba miedo irme a dormir y permanecía horas leyendo con la luz prendida.

Últimamente, cuando pienso en la muerte, me calmo a mí misma diciéndome: “no te preocupes, si te mueres, ni cuenta te darás”. Es extraño cómo un mismo argumento puede funcionar para defender dos posturas opuestas.

En fin, no me quiero morir pronto –no sé si querré hacerlo algún día– ni tampoco quiero hablar sobre la muerte (mi miedo aún no está del todo resuelto).

Ayer me quedé leyendo hasta tarde, no por miedo, sino por el gusto de perderme en la lectura. Sólo apagué la luz cuando, al final de un capítulo, leí una frase que me pareció lo suficientemente buena como para conservar su sabor hasta que me despertara hoy por la mañana (asumiendo, claro, que sí despertaría; la vida se da siempre por sentada).

Resulta que ayer soñé que me iban a matar y mientras intentaba esconderme de la pistola que apuntaba hacia mí, me decía a mí misma: “tranquila, no te vas a dar cuenta”.

Hoy me desperté con el corazón acelerado, angustiosamente contenta y repitiendo la última frase que leí antes de mi muerte imaginaria: “hay pocas cosas más vivas que el sabor de la muerte” (Mantra, Rodrigo Fresán).

Porque a veces no basta sólo con saberlo, sino que hace falta compartirlo, me pareció que una buena manera de manifestar que estoy inmensamente feliz de estar viva –perdón por la cursilería–, es hacerme presente de nuevo aquí.

3 comentarios:

Ashtoncroft dijo...

Nuria,
Me encanto tu manera de poner en tela de juicio nuestra percepcion de la vida y sobretodo de recordarnos a que punto la vida es fragil. Creo que tu miedo a la muerte explica el escritor que llevas en ti: Miedo a no poder ser testigo de todo lo que hay por descubrir, de cerrar los ojos para siempre y no solamente perderse de lo que nos gusta sino de todo lo que queda por descubrir como tu lo escribiste. Y mejor aun me parecio tu explicacion de como un mismo argumento puede ser un arma de doble filo: cuando tenemos miedo de morir, lo mejor es decirnos que no nos daremos cuenta, y por el contrario da miedo el hecho mismo que dejaremos este mundo sin percibirlo.Lo creas o no, esa frase del libro que se quedo contigo hasta que despertaras, me pego mucho, pues hay veces en las que creo que si hay un sabor de la muerte, como a ceniza, como un fuego que se acaba de apagar pero cuya fuente no esta aun del todo fria. Aunque debo de admitir, fue el titulo de tu relato lo que mas me llego y lo que me despisto en un principio: Yo creia que tu relato seria de porque no vivir la vida al maximo y de no tomar la vida "for granted". Pero al fin y al cabo, si terminas diciendo eso: La vida es fragil, no sabemos ni cuando, ni como, ni porque moriremos. Por lo tanto lo mejor es apreciar cada momento de vida. Y lo que mas me llama la atencion, es porque terminamos apreciando la vida cuando hablamos de muerte, cuando nos damos cuenta que en cualquier momento nuestros ojos pueden cerrarse por siempre y dejaremos este mundo que tanto nos ha dado y que es lo unico que conocemos. Tu relato me dio esa sensacion perfectamente equilibrada entre el misterio a la muerte y la nostalgia por este mundo y esta vida que espero no dejar en muchos anios. Gracias!!!

Unknown dijo...

Mi Nuri, por eso de que ya no comentan y mi respuesta ajena... releí.
Creo que no me da miedo la muerte, no así como así... me da miedo la enfermedad, sí. Pero la muerte no sé... quizás es esta loca idea de verla tan lejana y poco probable y quizás es también este intenso amor por la vida que de cierta forma me hace querer vivir intensamente hasta el final y vivir el final tb con intensidad.

Defeña Salerosa dijo...

Yo siempre le he tenido mucho miedo a la muerte. Como un gato, he pensado que tengo nueve vidas, desde niña he estado cerca de ella. Hasta cierto punto es ilógico que estando tan próxima en cuatro ocasiones le siga temiendo, la razón indicaría lo opuesto.

A la semana de regresar de Europa vi una película poco afortunada en crítica y taquilla de Woody Allen, "Anything else". El protagonista es un post adolescente con dos fobias: dormir solo y morir. Sobra decir que me identifiqué mucho con el personaje. La respuesta a la confesión de esos miedos del joven a su mentor, personaje de Woody Allen fue "That's funny. I have that too. My dog has it. It's very common with living creatures.". No sé, yo he pensado que no toda la gente parece compartir ese miedo y que todos dan cierta inmortalidad por sentada y es por eso que yo, habiendo pasado varias veces por ese trance lo veo muy posible (por que lo es) y por lo tanto le temo más que otras personas.