miércoles, 28 de enero de 2009

Caminar


Hoy, como todos los días, saldré a caminar. La preparación es sencilla, la actividad aún más. Me pongo unos zapatos cómodos y me abrigo según el clima. Me gusta ir sin rumbo fijo, pero no al azar. El recorrido lo descubro sobre la marcha y el paso lo marca mi estado de ánimo.

Por ejemplo, cuando estoy emocionada, el paso es rápido, firme y contundente. Pero cuando estoy triste, suelo caminar con la cabeza agachada y la espalda encorvada. Las reflexiones que surgen de cada paseo dependen, generalmente, de la velocidad de mis pasos, y como es natural, del paisaje.

Caminar es el medio de transporte más seguro y sirve para muchas cosas, por no decir para casi todo. Es terapéutico, divertido y formativo. Ayuda a mejorar la postura, a quemar grasa y como proceso digestivo; ayuda a pensar y sobre todo, nos obliga a observar. No hay mejor herramienta para conocer una ciudad que callejear por ella.

A veces, con la única intención de sorprenderme a mí misma, hago el mismo recorrido que el del día anterior. Me gusta pasar por un mismo lugar y descubrir algo nuevo: una tienda, un letrero, un árbol o un bar. Nunca me detengo, nunca entro, sólo observo.

Cuando tengo miedo camino, y lo hago, como una excepción, hacia mi lugar seguro.

La intención puede ser solamente dar un paseo o hacer ejercicio; a mí, además, me calma la ansiedad. Caminar es como escribir: te permite multiplicarte.

He descubierto que caminando se aprende mucho: de moda, de arquitectura y sobre todo, de cortes de pelo.

Aunque hay días que mis piernas pesan más, nunca dejan de avanzar. Hay ocasiones en las que siento que floto y que el movimiento ya no es mío, sino de una inercia más fuerte que el pavimento que piso; y sin darme cuenta, dejo de pensar, me asombro de la capacidad de mi cuerpo, todo desaparece y solo quedan mis huellas.

Igual que la literatura, los paseos son intensos y te absorben: en más de una ocasión han estado a punto de atropellarme: escucho la bocina de un coche o el grito de otro paseante y me detengo abruptamente. Mi corazón late deprisa y siento escalofríos en el cuerpo: paso mis manos por mis muslos y miro mis pies: inmóviles. Estoy bien, estoy viva; sonrío y sigo caminando.

No voy a mentirles, a veces me da pereza moverme y bajo el pretexto más banal, tomo el metro. En cuanto me subo me arrepiento, sí, es cierto que podré leer, pero no administrar mi tiempo.

Esto no lo he dicho pero yo escribo mientras camino: cada paso es una palabra que se suma a mi colección de poemarios, sin sentido, sin orden. Sin darme cuenta, ficcionalizo y narro para mí misma, lo que voy mirando; una actividad que me convierte en un ser invisible, capaz de verlo todo pero sin ser juzgado por ello, ni siquiera por mí misma.

Caminar me despierta, provoca mi inspiración: ya son varias las veces que termino escribiendo recargada sobre un árbol –me da miedo olvidar las ideas–. Sin embargo, los espacios verdes se han reducido y no siempre las puedo apuntar: así he descubierto que la literatura, como todo en la vida, también puede ser efímera.

Normalmente camino sola, aunque confieso que a veces, me gustaría hacerlo con alguien.

Caminar es un privilegio; sirve para ir hacia adelante y también para regresar. Igual que la escritura, sirve para ejercer la memoria.

Camino para dejar atrás mis angustias, para disfrutar del paisaje, para mover el cuerpo, para limpiar mis culpas y alcanzar el olvido. En fin, camino por diversas y múltiples razones: para despejarme y seguir la búsqueda de algo que no conozco; pero lo hago, sobre todo, para sentirme normal, la misma razón por la cual ya no puedo parar.

3 comentarios:

Luis Alvaz dijo...

Caminar, cuando no se hace con el iPod o el reproductor de audio, también nos ayuda a escuchar. Es muy rico (lo sé) ir caminando mientras la melodía de nuestra elección marca la cadencia de nuestros pasos; sin embargo, también lo es ir libre de audífonos y escuchar cada paisaje sonoro a nuestro alrededor.

En general dejar un poco el automóvil, es muy benéfico, para nosotros y para nuestro entorno. Los medios de transporte enclaustran, aíslan; caminar o andar en bicicleta son actividades en las que se convive directamente con el ambiente.

Saludos

Lucila Flores dijo...

Nuria querida, me encantó tu escrito. Espero caminar y encontrar una de esas Nurias multiplicadoras. Besos

Miss Nina dijo...

Nuria espero que algun dia podamos caminar juntas otra vez. Compartir esa intensidad de pasos que las dos hemos avanzado. Siempre nos llevaran al mismo camino...y siempre acuerdate que venimos del mismo lugar! besos y mis mejores deseos!
Nunca dejes de caminar!